Todos los pecados de la izquierda

Si la derrota electoral de las izquierdas parece una posibilidad demasiado verosímil, no ha sido sólo por la acción constante y malévola del tinglado mediático conservador, ni sólo por la debilidad de la sociedad civil progresista ni por la escasa presencia de los mensajes izquierdistas en unas redes sociales -y un WhatsApp- colonizadas por los ultras, negacionistas, majaras y neofascistas en general; tampoco cabe echarles todas las culpas a las oscuras maniobras de los grandes poderes económicos o a las conspiraciones y sabotajes de los sectores reaccionarios que todavía son mayoría en buena parte del aparato del Estado. No, la cosa es más complicada, y las izquierdas, sus expresiones ideológicas y sus organizaciones políticas, también tienen mucha culpa. Hemos llegado hasta aquí -en España y en medio mundo- porque las derechas, encabezadas por unas activas vanguardias populistas y antidemocráticas, han ido ganando demasiadas batallas en eso que ellas denominan “guerra cultural”.

En España, particularmente, se ha instalado una desequilibrada relación entre, por un lado, la notable capacidad del Gobierno de Coalición para capear los sucesivos desastres que han ido llegando, desde la pandemia hasta la invasión de Ucrania, y, por otro, el estado de ánimo de una gran parte de la sociedad, a la que han convencido de que vivimos instalados en la catástrofe. ¿Cómo ha sido posible? Pues porque la presidencia del Ejecutivo, enfrascada quizás en resolver las sucesivas crisis sobrevenidas, no ha atinado en casi ningún momento a plantear discursos comprensibles -el personal de Moncloa no ha sabido asesorar bien a Sánchez o éste no ha hecho caso a lo que le sugerían-. Ese presidente subido a la tribuna durante más de dos horas repitiéndose hasta el total aburrimiento. Esa vicepresidenta Teresa Ribera, incapaz de expresarse en un lenguaje no burocrático y perdiendo por ello la razón aun teniéndola de sobras. Ese Bolaños, Esa Pilar Alegría... En paralelo, buena parte del aparato territorial del partido, repleto de resabios guerristas, no ha dejado de trabajar para el adversario. Barones omnipotentes en sus respectivos territorios han jugado a la contra de sus compañeros en el Gobierno central, a veces vendiendo acciones y argumentos tan conservadores que parecían producidos directamente en las covachuelas de PP y Vox. El aragonés Lambán, por ejemplo, aterrizó en la campaña del 28-M promoviendo la destrucción de un valle virgen del Alto Pirineo para instalar una telecabina a mayor gloria y beneficio de dos estaciones de esquí de propiedad privada. ¡Y pretendía pagar la chapuza con fondos Next Generation! Por supuesto la ocurrencia se vino abajo por sí sola tras provocar una enorme oposición social. Al mismo tiempo, la adjudicación de parques solares y de aerogeneradores a la empresa ¿favorita? del mismo barón -empresa que luego revendía las concesiones, pelotazo a pelotazo- no ha dejado de levantar múltiples sospechas y más cuando dichas instalaciones, convenientemente fraccionadas para mantenerlas dentro del control autonómico, empezaron a invadir zonas de muy alto valor medioambiental y turístico. El resultado: una derrota electoral en toda regla. Aragón pasa a manos de PP y Vox.

La otra parte del Gobierno de Coalición, Unidas Podemos, ha ayudado poco. Iglesias y su círculo se las apañaron para verticalizar su organización, eliminar las voces críticas y encajar su acción ejecutiva en unos parámetros estrechos, alejados de los intereses de la mayor parte de sus votantes. La esperanza de una nueva izquierda libre del pecado del dogmatismo y el sectarismo se esfumó en medio de proclamaciones retóricas, de desahogos supuestamente épicos pero en realidad provocadores y la pretensión de acabar de un plumazo legislativo con problemas tan complejos como profundos. Ahora ese espacio que solemos denominar la izquierda a la izquierda del PSOE se ha recompuesto a toda prisa en una plataforma donde hacen de la necesidad virtud los/as de Podemos-Podemos, los Podemos-Sumar, los de Sumar-Sumar, los de Sumar-Izquierda Unida y los de Sumar porque toca pero nosotros a lo nuestro. Yolanda Díaz derrocha almíbar y cariño en sus intervenciones. El concurso de esta fuerza política ha de ser imprescindible para impedir el triunfo de las derechas. Así que crucemos los dedos. Luego, claro, están las izquierdas periféricas, a las que sí les fue bastante bien el 28-M -salvo a Esquerra-, porque son las que manejan la identidad por excelencia, la más rentable electoralmente: la nacionalista. Pero de esas ya hablaré otro día.

Esto es lo que hay y con tales piezas hay que armar el puzzle. Lo cierto es que las izquierdas, pese a sus yerros, han cubierto con una digna eficacia una etapa muy difícil. España ha crujido pero no se ha derrumbado. Es dudoso, analizando las cosas de manera objetiva, que las derechas lo hubieran hecho igual y no digamos mejor. Ahora, esas izquierdas corren contrarreloj para intentar recuperar las oportunidades perdidas y salvarse y salvarnos de una involución terrible. Ahora, descubren que fomentar el victimismo, colocarse a la defensiva y echar la culpa de todo a factores externos no sirve de nada, que es desmovilizador y conduce a la derrota.

¿Tienen tiempo para invertir los pronósticos? Que San Zapatero Bendito nos asista. Y bien por el Orgullo y su presencia en las calles y su desafío a la extrema derecha odiadora. Pero a ver si se nota todo ello en las urnas. Que el 28-M, la opción más votada en todos los colegios electorales de Chueca (Madrid), capital española del arcoíris, fue... el PP.

Comentarios

  1. El crecimiento económico de Aragón es un hecho cierto. Arroja los mejores datos en materia de empleo (en la Franja oriental se ha alcanzado técnicamente el pleno empleo). En estas condiciones, las sociedades se hacen conservadoras. Lambán cogió una región en 2019 donde la derecha era sociológicamente dominante: de hecho, tuvo que formar gobierno con los escaños prestados del PAR, un partido de derechas, para sumar más que PP, Cs y VOX. En 2023 los datos socioeconómicos no han abonado el terreno de la izda. El PAR implosionó, Cs fue fagocitado por el PP, y Teruel Existe irrumpió robando a Lambán los 2 escaños que tiene menos hoy que en 2019. Podemos e IU han rechazado la unidad de acción hasta el último momento. Perdiendo la ocasión de promover a Echenique en una candidatura unitaria (un Sumar municipal) a la alcaldía de Zaragoza, que hubiera introducido el factor exigencia en una competición política de grandes desconocidos, sin imagen precisa. No sólo se explica el batacazo de la izquierda al descalzarse la silla de Castanesa y Forestalia.

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