La que se nos viene encima


El tsunami vírico ha sembrado la desolación, y ahora llegan sus réplicas. No tienen que ver (solo) con un rebrote de la enfermedad a poco que nos descuidemos, sino con una crisis política y económica de proporciones inimaginables. Nadie parece estar a la altura. Nadie es capaz de poner en valor las condiciones y circunstancias de una España que se mira en el espejo tan desconcertada como incapaz de autoanalizarse con un mínimo de objetividad. ¿Y el Gobierno?, preguntarán ustedes. Y por lo que a mí respecta he de contestarles que el Gobierno sigue desacertado y sobrepasado. Es cierto que el Gabinete presidido por Sánchez puede reclamar para si la calificación de “lo menos malo”, en comparación con una oposición desleal, demagógica e inútil. Sin embargo, para afrontar un desafío como el que plantea la pandemia, hará falta algo más que justificar lo regular o malo por comparación con lo peor.

Mala suerte, desde luego. El actual Ejecutivo español acababa de constituirse después de una larga y complicada etapa de desencuentros y encuentros (a la fuerza) entre sus integrantes, y en medio de la visceral enemiga de las cada vez más radicalizadas derechas. Con apoyos poco fiables, como el de ERC, y por tanto una mayoría situada constantemente en la cuerda floja, el Gobierno de coalición nació debilucho. Su presidente era y es el menos votado, en términos absolutos y relativos, de esta etapa democrática. Las fuerzas conservadoras (políticas, económicas y mediáticas) iban a por él desde el primer segundo. No eran las mejores condiciones para afrontar el coronavirus. Tampoco para asumir un liderazgo a la altura de la situación.

Casi dos meses después de que el Covid 19 se hiciera patente, Sánchez y los suyos exhiben una descoordinación interna, una torpeza a la hora de urdir consensos externos y unos errores de comunicación sorprendentes. La camarilla de Moncloa (estamos en una época de partidos-camarilla) no puede o no sabe (aunque a veces parezca quererlo) manejar la crisis con la eficacia necesaria. Se suceden las ruedas de prensa largas, inconcretas, tediosas y a veces insufribles. Se diluye la oportunidad de aplicar a la estructura territorial del Estado unos adecuados criterios federalistas. Se habla mucho de pactos y manos tendidas, pero no hay ninguna conexión útil con otras fuerzas políticas, con otras administraciones y con la sociedad civil organizada. De ahí las dudas constantes, los pasos en falso, las contradicciones constantes. No tenemos ni idea de cómo ha discurrido la fase más crítica, cuando la sanidad española quedó desabastecida, sobre todo en Madrid (el Madrid conservador y privatizador). ¿Cómo se dispusieron y obtuvieron los recursos necesarios? ¿Qué pasó exactamente en las residencias de ancianos? ¿Por qué se ha cerrado en la práctica el Portal de Transparencia? ¿Qué lío se traen entre manos los ministros y sus respectivos jefes, Pedro y Pablo? Ha pasado el tiempo y el Gobierno sigue metiéndose en auténticos embrollos cuando decide la salida de los niños, o los ámbitos y fases de la desescalada, o las medidas destinadas a paliar los efectos de la ruina económica. Dice primero una cosa, luego otra, pacta sobre la marcha, desaira a los posibles aliados, encabrona a los adversarios.

Es muy duro para los progresistas españoles, los que votan izquierda y creen en la democracia y la igualdad, ver cómo sus teóricos representantes fallan o se limitan a ir tras los acontecimientos con la mediocridad por bandera. Luchar por un día después cimentado sobre cambios estructurales positivos que saquen al país del hoyo va a exigir a la ciudadanía grandes esfuerzos y una voluntad firme, porque habrá quienes pretendan justo lo contrario. Esa ciudadanía, ese pueblo, esa gente necesitan y necesitarán dirigentes razonables, sinceros y eficaces. Si no… ya sabemos lo que puede pasar. Otra vez.

Comentarios

  1. ...Como en la canción 'se buscan valientes' ...aquí buscamos dirigentes razonables, eficaces y sinceros, que en los partidos políticos, salvo excepciones, ni abundan ni se ven. Encontramos una desoladora mediocridad.

    Subrayo por eso la necesidad de encontrar conexiones útiles con la sociedad civil organizada, poner en valor a las personas más preparadas del país y darles ocasión para arrojar luz sobre la mejor manera de resolver la lucha contra la pandemia, en sus facetas sanitaria, epidemiológica y social.

    Tal vez los tan necesarios pactos y acuerdos de reconstrucción debieran empezar por consensuar entre las fuerzas parlamentarias un comité técnico de expertos que lidere y marque los pasos a dar en la lucha contra la pandemia hasta volver a esa 'nueva normalidad'

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