Si no votas ahora, no llores luego
Votar mañana, domingo, es una obligación que atañe a todos los progresistas españoles. A todos, porque las derechas están en pie desde hace mucho tiempo. Y si alguien que se tiene por demócrata, se aparta del juego porque piensa que no va con él o no cree en el sistema, ¡el “Régimen del 78”!, se equivoca de medio a medio. Si triunfan las derechas -y sigue habiendo muchas probabilidades de que así sea- no estaremos ante un simple paréntesis conservador más o menos duro, sino ante una nueva etapa en la evolución de nuestra democracia. Será ésta una fase extraordinariamente regresiva en la que los reaccionarios darán por ganada la guerra cultural que dicen estar librando, y se aplicarán a disfrutar de su victoria y garantizarse que los efectos de la misma duren mucho, mucho tiempo. Como dijo un sabio, éste es el momento de votar, quizás con poco entusiasmo, pero con enorme determinación. Es un acto de resistencia fundamental, es un ejercicio de defensa propia. Y también una apuesta por el futuro.
Uno de los problemas de la izquierda actual, o al menos de una parte de ella, es su voluntad victimista, su valoración de la derrota y el lamento, y finalmente su incapacidad para exhortar a la acción, a la lucha. Pero ahora, como siempre en la Historia, no es el momento de la queja, de la desesperación ante lo que pueda suceder, sino de proponer una voluntad de resistencia. Mañana mismo. Los posteriores lamentos de los puros -esos que después del batacazo se recrean en la caída diciendo con suficiencia: “Ya os lo dije"- no servirán de nada.
Uno se puede quedar al margen y justificarse diciendo que todo es una mierda, que el PSOE es una organización penetrada por el neoliberalismo, corroída por el oportunismo y las corruptelas, sujeta a los trucos de un aparato al que se ingresa por rigurosa cooptación y que de progresista tiene solo la etiqueta. Pero en el PSOE también hay muchas mujeres y hombres que se han mantenido tan honestos como firmes en su voluntad democrática y social; hay exdirigentes que no se han dado la vuelta y veteranos cuadros que jamás cruzarían las líneas para pasarse al otro lado -como Felipe González y Alfonso Guerra- y hacerles el caldo gordo a las élites. Es más: todos los avances en materia de derechos, bienestar, servicios públicos y libertades efectivas se han dado bajo gobiernos socialistas. Sin olvidar, por supuesto, las iniciativas de otras gentes de la izquierda-izquierda o su colaboración directa, como en el Ejecutivo de coalición saliente. Seguro que los citados avances se han quedado cortos en no pocas veces. Pero es por ahí donde se ha ganado terreno. Llorando y maldiciendo por las esquinas, no. Aferrándose a la absoluta pureza de los dogmas ideológicos, tampoco.
No me vale que se desdeñe a Sumar porque sea un proyecto puesto en pie a toda marcha, una plataforma demasiado variopinta, un cóctel de dudoso sabor. Seguro que hay izquierdistas impenitentes que ven a Yolanda demasiado meliflua y echan de menos la retórica grandilocuente de Pablo. Pero tales consideraciones y actitudes, ¿de qué servirán el 24 de julio si PP y Vox controlan el Congreso con mayoría absoluta?
Durante la Guerra Civil, las fuerzas populares se embarcaron en una discusión interna que enfrentó -a veces con las armas- a quienes despreciaban aquella república burguesa y advertían que la tarea inmediata era hacer la revolución contra aquellos otros que abogaban por cerrar filas, admitir principios de legalidad y orden, imponer la unidad y la disciplina y ganar la contienda en el campo de batalla. Estos últimos acabaron teniendo razón. Por razones obvias: al perderse la guerra, la Segunda República se vino abajo, la dictadura más cruel se abatió sobre España, se sufrió mucho, se perdieron los derechos más elementales... y no hubo ninguna revolución ni cosa parecida.
No estamos en una situación parecida. Sin embargo la encrucijada sí tiene cierto envoltorio dramático. Si mañana las urnas dan un veredicto negativo, será preciso llenarse de coraje y prepararse a defender la libertad y los derechos sociales. La Constitución del 78 será una garantía que habrá que defender. La realidad se impondrá con toda su contundencia.
Votemos con inteligencia, mirando las cifras, analizando las posibilidades, concentrando el voto donde sea necesario, calculando las probabilidades, optando por lo útil: el PSOE allí donde Sumar no tiene posibilidades de obtener un solo escaño en el Congreso, especialmente en las circunscripciones pequeñas; Sumar, donde esa posibilidad sí exista y además haya que apoyar esta opción para dejar fuera a Vox. En las papeletas para el Senado, la lógica impone apoyar en masa a los candidatos socialistas para sostener la Cámara Alta. En cualquier caso, que cada cuál haga lo que quiera, pero que nadie se quede en casa.
En los últimos trackings, los que ya no se han publicado, la participación parece aumentar entre punto y medio y dos puntos. Son votos progresistas. Varios sondeos dan por hecho que PP y Vox superarán los 176 diputados. Otros, y no pocos, llevan días advirtiendo de lo contrario. La última semana se le ha atragantado al PP.
Hay partido. ¡Juguémoslo!
Ahí te veo ! A por todas!
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