Pobres de nosotros, los calentólogos
Hay un cambio climático en marcha. Lo dicen los científicos, lo corroboran las agencias de observación que no paran de registrar temperaturas récords -por lo altas, es obvio- y lo puede comprobar la ciudadanía de cierta edad que compare los inviernos y veranos de hace cincuenta años con los actuales. Sin embargo, el negacionismo, la fe inquebrantable de quienes desmienten el calentamiento global, va creciendo como una marea de estupidez y locura. Te tropiezas con gente que no parece, a priori, demasiado ida de la olla y resulta que ya está contaminada por la doctrina de la conspiranoia, ya maldice a Soros y Al Gore, ya maneja elaborados bulos sobre el hielo de los casquetes polares y denomina “calentólogos” a quienes se preocupan por el futuro inmediato de la biosfera, esa frágil zona del globo terráqueo donde se dan -de momento- condiciones para la vida humana.
Cómo se extiende esta pandemia de idiotez sectarismo es algo que me asombra y atemoriza un poco. Pero luego ves que el PP acude a estas elecciones generales propugnando políticas medioambientales que ya eran viejas hace treinta años, escuchas las propuestas de Vox para paliar la sequía e impulsar el sector primario a base de volver a los años Cincuenta del siglo pasado... y no existe consuelo posible. Las derechas patrias han combinado con mano experta la burricie, el egoísmo de las personas y la aversión a la ciencia para producir así el elixir capaz de curar la incertidumbre, las dudas y la frustración de quienes no entienden lo que pasa, pero para afrontarlo están dispuestos a poner su cerebro a la altura del tramo final de su aparato digestivo.
La cuestión del cambio climático o la crisis climática forma parte del conjunto de asuntos cruciales que el próximo día 23 están en juego. Yo llegué a creer que, tratándose de un fenómeno tan evidente y agresivo - a este paso habrá zonas de España donde no se podrá vivir en verano-, lo del rápido calentamiento calaría rápidamente en la población, y ésta exigiría a los poderes públicos medidas para intentar frenar y paliar la peligrosa deriva de las temperaturas y los fenómenos atmosféricos. No contaba con el auge de los reaccionarios y el aparente éxito de sus fanáticas -y fantásticas- invenciones. Incluso personajes con buena formación, intelectuales reconocidos que se han pasado al lado oscuro de la fuerza, claman hoy contra la “calentología”, las vacunas, los científicos, las universidades, la NASA y la simple realidad. Les habrán echado algo en el agua o el whisky, ¿o qué?
“Esto es un plan secreto de las élites y los comunistas para dejarnos sin coches, hacernos comer insectos y que volvamos a la época de las cavernas”, me dijo muy seria una señora cuando ambos hacíamos la compra y el verdulero comentó que la sequía y el calor estaban trastornando los ciclos productivos. “Pero oiga - repliqué, estupefacto ante semejante declaración-, que los cambio súbitos en el clima y el agotamiento de muchos recursos naturales son cosas reconocidas por investigadores, expertos y académicos de todo el mundo”. “¡Qué sabrán esos!”, zanjó la buena mujer dejándome sin palabras. Y entonces me acordé de Machado: “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora”. Aunque, como saben, el poeta murió en el exilio, y ahora nos amenaza la posibilidad de que los herederos ideológicos de quienes le expulsaron de España lleguen a gobernarnos. Esta vez porque la mayoría les habrá aupado al poder. O no, que decía aquél.
Hace no mucho hube de padecer, sin poderlo evitar, una conversación en una mesa próxima de una terraza de bar. En ella un individuo musculoso y tatuado, camiseta de tirantes, predicaba a sus contertulios, atentos, entregados, oídos y boca de par en par, acerca del problema de la falta de lluvia en Zaragoza, que no es otro de la GM y la explanada llenita de coches en espera de salir hacia destino y en cuya protección climatológica se emplean tantos y, tan poderosos medios que no hay lluvia capaz de sortearlos para llegar hasta Zaragoza.
ResponderEliminarEse es el nivel, José Luis.