Pobres de nosotros, los calentólogos


Sobre la España reseca caen, de repente, trombas de agua que concentran decenas de litros por metro cuadrado en cuestión de minutos, y de propina granizo y ráfagas huracanadas. En la tarde del jueves, en Zaragoza, mi ciudad, se armó la mundial y por el cinturón de circunvalación de la urbe corrió un torrente que se llevó por delante todo lo que encontró. Lo nunca visto. Sin embargo los pantanos están muy por debajo de su promedio habitual y no acaban de recuperarse. Una ola de calor africano se acerca a la península, y quienes sufrimos el año pasado las inclemencias de un verano descomunalmente tórrido no sabemos si salir huyendo, parapetarnos en casa con el aire acondicionado a tope -el que tenga- o irnos a vivir al Báltico.

Hay un cambio climático en marcha. Lo dicen los científicos, lo corroboran las agencias de observación que no paran de registrar temperaturas récords -por lo altas, es obvio- y lo puede comprobar la ciudadanía de cierta edad que compare los inviernos y veranos de hace cincuenta años con los actuales. Sin embargo, el negacionismo, la fe inquebrantable de quienes desmienten el calentamiento global, va creciendo como una marea de estupidez y locura. Te tropiezas con gente que no parece, a priori, demasiado ida de la olla y resulta que ya está contaminada por la doctrina de la conspiranoia, ya maldice a Soros y Al Gore, ya maneja elaborados bulos sobre el hielo de los casquetes polares y denomina “calentólogos” a quienes se preocupan por el futuro inmediato de la biosfera, esa frágil zona del globo terráqueo donde se dan -de momento- condiciones para la vida humana.

Cómo se extiende esta pandemia de idiotez sectarismo es algo que me asombra y atemoriza un poco. Pero luego ves que el PP acude a estas elecciones generales propugnando políticas medioambientales que ya eran viejas hace treinta años, escuchas las propuestas de Vox para paliar la sequía e impulsar el sector primario a base de volver a los años Cincuenta del siglo pasado... y no existe consuelo posible. Las derechas patrias han combinado con mano experta la burricie, el egoísmo de las personas y la aversión a la ciencia para producir así el elixir capaz de curar la incertidumbre, las dudas y la frustración de quienes no entienden lo que pasa, pero para afrontarlo están dispuestos a poner su cerebro a la altura del tramo final de su aparato digestivo.

La cuestión del cambio climático o la crisis climática forma parte del conjunto de asuntos cruciales que el próximo día 23 están en juego. Yo llegué a creer que, tratándose de un fenómeno tan evidente y agresivo - a este paso habrá zonas de España donde no se podrá vivir en verano-, lo del rápido calentamiento calaría rápidamente en la población, y ésta exigiría a los poderes públicos medidas para intentar frenar y paliar la peligrosa deriva de las temperaturas y los fenómenos atmosféricos. No contaba con el auge de los reaccionarios y el aparente éxito de sus fanáticas -y fantásticas- invenciones. Incluso personajes con buena formación, intelectuales reconocidos que se han pasado al lado oscuro de la fuerza, claman hoy contra la “calentología”, las vacunas, los científicos, las universidades, la NASA y la simple realidad. Les habrán echado algo en el agua o el whisky, ¿o qué?

“Esto es un plan secreto de las élites y los comunistas para dejarnos sin coches, hacernos comer insectos y que volvamos a la época de las cavernas”, me dijo muy seria una señora cuando ambos hacíamos la compra y el verdulero comentó que la sequía y el calor estaban trastornando los ciclos productivos. “Pero oiga - repliqué, estupefacto ante semejante declaración-, que los cambio súbitos en el clima y el agotamiento de muchos recursos naturales son cosas reconocidas por investigadores, expertos y académicos de todo el mundo”. “¡Qué sabrán esos!”, zanjó la buena  mujer dejándome sin palabras. Y entonces me acordé de Machado: “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora”. Aunque, como saben, el poeta murió en el exilio, y ahora nos amenaza la posibilidad de que los herederos ideológicos de quienes le expulsaron de España lleguen a gobernarnos. Esta vez porque la mayoría les habrá aupado al poder. O no, que decía aquél.

Comentarios

  1. Hace no mucho hube de padecer, sin poderlo evitar, una conversación en una mesa próxima de una terraza de bar. En ella un individuo musculoso y tatuado, camiseta de tirantes, predicaba a sus contertulios, atentos, entregados, oídos y boca de par en par, acerca del problema de la falta de lluvia en Zaragoza, que no es otro de la GM y la explanada llenita de coches en espera de salir hacia destino y en cuya protección climatológica se emplean tantos y, tan poderosos medios que no hay lluvia capaz de sortearlos para llegar hasta Zaragoza.

    Ese es el nivel, José Luis.

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