Las encuestas también son un arma electoral
Mientras ABC iniciaba la publicación de sus trackings -sondeos sucesivos acumulables- a cargo de Gad3, El País publicaba una encuesta electoral de 40dB. El primero confirmaba la mayoría absoluta que podrían obtener PP y Vox, pero reducía su margen; el segundo descartaba que las derechas llegasen a los 176 diputados, incluso sumando a los asturianos, navarros y canarios de rigor. En ambos casos, pero también en otros estudios demoscópicos publicados por El Confidencial (IMOP Insights) y OK Diario (Data 10), se daba por hecho que el PSOE avanza, que el PP retrocede, que los pactos con Vox sí hacen pupa a la derecha tradicional, que la ultraderecha no acaba de fijar su espacio y que Sumar tampoco rompe el techo descendente que cubría a Unidas Podemos. Visto así, a ojo de buen cubero, el resultado probable entra en el movedizo territorio de la duda. Los columnistas más cafeteros del conservadurismo más delirante ya se han apresurado a advertir a Feijóo que no se le ocurra faltar al debate a cuatro, porque entonces Sánchez y Yolanda por un lado y Abascal por el otro se le comerán el pastel. A este paso, al presidente del PP me lo van a marear más de lo recomendable. Pobre hombre.
¡Ah!, bueno, y hemos de recordar que esta misma semana el CIS publicará su macroencuesta previa al inicio de la campaña oficial. Debería ser el sondeo más preciso e ilustrativo, pero a Tezanos no se lo cree nadie. Este caballero ha enterrado en el CIS su prestigio académico y ha hecho ya el ridículo tantas veces, que su permanencia al frente de un organismo público tan importante constituye uno de los misterios más impenetrables de la recién acabada legislatura. Sus fallidas predicciones han despistado a los gurús de Moncloa llevándolos a un mundo de fantasía, han creado espejismos electorales en perjuicio de las izquierdas -a las que se ha embolicado con profecías imposibles- y ha permitido a las derechas pasar de la euforia a la rechifla tras cada cita con las urnas en Madrid, Castilla y León, Andalucía y, recientemente, las municipales y autonómicas.
La convocatoria del 23-J ha colgado en el techo una piñata en cuyo interior tal vez haya sorpresas impensables tras el 28-M. Todo viene de cara para los conservadores más ultras y menos ultras, aunque harían bien en no confiarse tanto como se les ve. Mientras, las encuestas operan descaradamente como instrumento de agitación preelectoral, bajo el presupuesto de que Michavila (Gad3-ABC) trabaja para el PP: adjudica al inicio de las campañas unos magníficos resultados a dicho partido -más de 150 escaños en el Congreso les augura a los de Feijóo, ¡la cifra mágica!-, pero luego, conforme se acerca la hora de la verdad, suele matizar, abre las horquillas y así procura no pillarse demasiado los dedos. Barreiro (40dB-El País) quiere mullirle la cama al PSOE con la máxima finura, lo cual a veces merma su rigor profético. Tezanos… pues eso. Muchos analistas aseguraban que las alianzas PP-Vox no tendrían mayor impacto, pero sí que lo están teniendo. Otros vienen diciendo que los debates televisados tampoco conmueven a casi nadie, y eso también hay que ponerlo entre interrogantes. Porque aún quedan en España demócratas capaces de intuir qué significa la presencia en las instituciones de reaccionarios radicales, que censuran en nombre de la libertad, empobrecen a las clases populares en nombre de la prosperidad, muestran constantes resabios antipolíticos y antidemocráticos y se aferran a sus dogmas ideológicos y religiosos por encima de cualquier evidencia. Eso impulsa a no pocas personas a votar a las izquierdas, aunque éstas no sean precisamente la octava maravilla. Eso sí, comparadas con lo que pueda venir si los de Feijóo-Ayuso-Abascal-Buxadé se hacen con el timón, siempre serán mil veces más soportables. Retroceder a los años Setenta o Sesenta del siglo pasado es temible.
De ahí que Feijóo pretenda moderar y remoderar una vez más su discurso, mientras su socio obligado, Abascal, le desmiente al decir cosas como que la educación sexual corrompe a niños y jóvenes o que el cambio climático es una falacia woke.
Pudiera ser que, al final, pequeñas oscilaciones en el porcentaje de votos provoquen corrimientos determinantes en la asignación de escaños. Por eso, con estas últimas encuestas en la mano, y previendo la posibilidad de que izquierdas y derechas se queden ahí-ahí, cobra mayor importancia la actitud de los periféricos. ¿Qué harán PNV y Bildu? Pero, sobre todo, ¿qué haran ERC y Junts? Miedo me da.
Donde está el periodismo de verdad?
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