Democracia con lumbago... y Feijóo con Urbason
Por supuesto el debate a cuatro, en el que de entrada sólo quisieron participar tres, nació cojo. El lumbago, amigos, que es muy jodido y te deja baldado. Pero el hecho de que un individuo que aspira con fundados motivos a ser presidente del Gobierno de España se inhibiera de un acto tan expresamente democrático indica de qué va esta película. Feijóo se ha afiliado al partido trumpista y aspira a poder disparar contra una anciana en la Gran Vía de Madrid sin que sus seguidores se inmuten ni dejen de votarle. Los rituales y protocolos que forman el contexto necesario para la existencia de un Estado de Derecho nunca le importaron mucho mientras gobernó su Galicia natal como aplicado heredero de Fraga Iribarne; pero, desde que está en la Corte y ha visto cómo se manejan allí los suyos, ya no le importa absolutamente nada. No quiso ir al debate, no fue, y como Yolanda Díaz andaba agitando por ahí las fotos de cuando él era amiguete del narcotraficante Marcial Dorado, salió un momento a la palestra -mientras le preparaban la inyección de Urbason para desbloquearle la espalda- y afirmó que cómo iba a saber en aquellos tiempos del yate y las nécoras que su cuate era contrabandista, ¡si entonces no había Internet ni Google! Pues claro: si no puedes consultar en Linkedin las habilidades profesionales de un gran experto en alijos, planeadoras y economía negra... bien puedes creer que el que te lleva de paseo y te invita a viajes es un buen hombre al que le tocó la lotería. Esto ya no es cuajo ni cara dura, es un fenómeno de otra dimensión. Por otro lado tampoco deberíamos estar tan atónitos: ¿acaso no ha sido pública y notoria desde siempre la estrecha relación entre el PP -antes AP- gallego y los contrabandistas de tabaco, chocolate y farinha? ¡Pero si llevan decenios dándose el pico!
Digo que el debate cojo -por deleznable incomparecencia de quien más obligado estaba a asistir- discurrió perfectamente, muy bien moderado y con una realización impecable. Y, ojo al dato, concitó una media de 4.100.000 espectadores y un momento en el que se superaron los siete millones, que a estas alturas no son ninguna bagatela. Su contenido no deparó sorpresas ni nadie las esperaba. Abascal, en su versión más moderada todo hay que decirlo, se puso en contra de todo: de las izquierdas, de la Agenda 2030, de la Unión Europea, de los científicos, de la pluralidad hispana, de las agendas feministas, de los impuestos... Ni reconoció la existencia de un cambio climático -justo en ese momento Madrid, como casi toda España, se derretía tras una tarde infernal- ni quiso admitir dato estadístico alguno, fuese macroeconómico o sociológico. Lo más estupendo fue cuando alzó la bandera del proletariado, él que no ha parado de votar contra cualquier mejora salarial o laboral mientras recibía magníficos sueldos extraídos del erario.
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz estuvieron bien, cada cual en su papel. El primero hizo al fin un ejercicio de autocontrol, y la segunda se abrió hueco reivindicando implícita y expresamente el papel de Sumar en el bloque progresista y en la misión de impedir que las derechas lleven al país a un descalabro absoluto. Tampoco redondearon actuaciones excelsas. Con todo lo que llevan a la espalda y en esta situación tan demencial en la que se ha metido la política española, no cabía exigirles mucho más que un desempeño correcto.
El PP se ha aferrado a la idea de ocupar parte del espacio Vox mediante la combinación de arrumacos conservadores y espantadas fascistoides. Pero la campaña se le está haciendo larga. La daban por hecha tras cuatro años de ataques sin cuartel al Gobierno progresista. Así que ahora solo quieren que se vote ya, sacar ciento sesenta diputados, imponer a los ultras abascalinos un Ejecutivo monocolor, aplicar programas de ajuste, liberar al máximo los beneficios de las grandes empresas, consolidar y blindar su poder dentro del aparato del Estado y que les den por saco al clima, los salarios, las pensiones y los servicios públicos. En cuanto a la mayoría social, cuentan con mantenerla bajo control mediante mucha propaganda, algunos gestos populistas, demagogia a tutiplén y al que se ponga tonto, mano dura; que para las derechas hispanas el orden siempre ha sido lo más importante.
El programa de Feijóo-Abascal está claro, pese a lo que digamos los de la acera de enfrente: contra la inflamación socialcomunista y separatista, un chute de Urbason reaccionario. ¡Ah!, ¡qué alivio, señora marquesa!
Están repartiendo la piel del oso antes de cazarlo.
ResponderEliminarQue pena que tus análisis no lleguen algún medio. Ánimo veremos que pasa el domingo y si este país ha alcanzado la mayoría de edad.
Salud amigos