Buenos tiempos... para los reaccionarios


Participo de esa teoría según la cual los reaccionarios españoles -ultrarreaccionarios, hay que precisar- han mantenido durante más de dos siglos su propio hilo conductor, que arranca a finales del XVIII y principios del XIX, cuando las fuerzas del Viejo Régimen -antiliberales, anticientíficas, antidemócratas y radicalmente contrarias a la libertad de pensamiento- se agruparon para oponerse a la Ilustración y a toda cosa que oliera a progreso; luego, durante la guerra de la Independencia, empaparon su lógica ferozmente autocrática de un patriotismo tan histriónico como excluyente. Desde entonces hasta hoy, ese conjunto de ideas, dogmas de fe, interpretaciones políticas y ansias de poder ha estado vigente en una buena parte de la población española. Es el bloque social que fue absolutista durante el reinado de Fernando VII, y celebró con júbilo que las monarquías europeas de la Santa Alianza mandarán a España al ejército francés -los Cien Mil Hijos de San Luis- para acabar con nuestro fugaz Trienio Liberal. Más tarde devino en carlista, alfonsino y conservador sin matices durante la Restauración. Apenas se disfrazó de liberal cuando los españoles de bien de aquel siglo XIX vieron que podían hacerse más y más ricos a golpe de desamortización y especulación financiera. Así se gestó el concepto de una patria única, católica y, sobre todo, sujeta al orden impuesto por las élites, empapada de tradición y donde cada cual supiese estar en su sitio y no aspirase a salir de él.

Pero el pueblo se fue cansando. La España que quería república, libertad y derechos ganó al fin por la razón y la fuerza de la movilización popular. En ese momento los reaccionarios tomaron las armas, desencadenaron la madre de todas las guerras civiles y para ello se hicieron sobre la marcha fascistas o filonazis, que era lo que imperaba en buena parte de Europa, como luego profesaron el más furioso anticomunismo para agradar al amigo americano. De esta forma -y no es un detalle menor- se las apañaron para acabar gobernando el país durante tres cuartas partes de esos dos siglos. Mandaron desde el palacio, el cuartel y la sacristía. Casi siempre.

Estas gentes de la derechísima han llegado al presente arrastrando consigo un rosario de ideologías retrógradas. Por eso cabe denominarlas nacional-católicas, fascistas, integristas, franquistas, ultras, y ahora incluso populistas-trumpistas. Porque actualmente nuestros reaccionarios -que perdieron pie durante la Transición dado que el mundo estaba a la sazón democratero y progre, y había que adaptarse- han alcanzado su particular paraíso. Escuchan los discursos conspiranoicos, negacionistas, antidemocráticos y brutalmente nacionalistas que recorren el mundo... y les suenan a música celestial. ¡Estamos de moda!, se dicen más felices que nunca. Ya la era Reagan-Thatcher les llenó de ínfulas y esperanza. Pero esto de ahora -Trump, Le Pen, Meloni- es la monda. En Vox y en gran parte del PP, los viejos argumentos de la más negra reacción española renacen sin complejos. A lo bestia. ¡Pero si es lo que hoy se lleva!

Siempre estuvieron ahí. Y los cambios y las crisis que plantea hoy la realidad con su revolución digital, su cambio climático, sus masivos movimientos de población por todo el planeta y su arrolladora globalización financiera les favorecen. El miedo de una sociedad que ve el futuro con recelo y ansiedad les impulsa. Como advirtió Bauman, cuando el presente se llena de incertidumbre y amenazas, las personas se abrazan a la retrotopía, la añoranza de un pasado feliz que en realidad nunca existió. Es un estado de ánimo, una sensación. Una putada, si quieren.

Hasta tal punto se ha enrarecido la coyuntura, que en el mismo Vox, para pasmo de no pocos ultraconservadores que quieren ir de modernos, los monasterios y los espinosas de los monteros, que presumían de liberales porque lo suyo era echarle jeta para vender falsos lofts y montar negocietes de similar jaez, han retrocedido ante la pujanza de los falangistas que abren camino a las sectas católicas más integristas. Sí, a esas que consideran al Papa poseído por Satán, como sus antecesores abominaron de León XIII por sacarse de la manga la doctrina social de la Iglesia o a Juan XXIII por el Vaticano II.

Sólo faltaba la última revuelta de la banlieue en Francia. Las personas de orden ven París o Marsella en llamas, flipan, leen alguna barbaridad en cualquiera de sus grupos de WhatsApp y al día siguiente te sueltan las mayores burradas. Eso sí, ninguno de los los antisanchistas que conozco y que son jubilatas ha renunciado al incremento del 8,5% de sus pensiones que determinó el Gobierno socialcomunista. Creen que eso iba de carril y que las derechas les mantendrán y aun mejorarán el poder adquisitivo. Pobres infelices.

Comentarios

  1. No se puede decir mas y mejor, en tan breve espacio, incluyendo el relato histórico evolutivo del regreso de la caverna y de sus sombras irreales de terror. El Eterno Retorno.

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