Así se vende la comida basura
Se comprende que haya personas sensibles que estén escandalizadas e incluso amedrentadas ante la naturaleza tan borde y loca de esta campaña y de todo lo que la precedió, porque en realidad llevamos así cuatro años o más. Yo espero que a esta gente -la verdadera gente de orden, que la otra, la reaccionaria, es una chusma incivil- convierta su desconcierto y su indignación en voluntad de ir a votar y hacerlo con cabeza, y no se escuden en el desaliento para quedarse en casa el 23-J. De todas maneras voy a intentar explicar cómo veo yo la situación al respecto. O sea, por qué está funcionando la propaganda tóxica.
Hoy habrá un debate a tres que no es a cuatro porque al señor Feijóo no le ha salido del níspero ir a explicarse. Era lo previsto. Tampoco quiso ir a la SER a verse las caras con Sánchez, Díaz y Abascal -su míster Hyde-. Después de salir tan bien librado del cara a cara con el actual presidente del Gobierno, el tipo y sus colaboradores pasan de todo. Su campaña está hecha y finiquitada, y, desde su punto de vista, aquí ya no valen las fotos con el narco, o con el mafioso mexicano de Pemex, o con quien fuese. Qué más da. No hay asunto turbio, mentira o metedura de pata geográfica -el jefe pepero se lía una y otra vez con las comunidades autónomas- que inmute al equipo de agitprop genovés, al que se ha sumado para darles clases de ayusismo rampante el mismísimo Miguel Ángel Rodríguez, alias MAR. Las derechas utilizan una táctica agresiva: anuncian que ganarán por goleada, pero si no fuese así será porque ha habido alguna clase de pucherazo. O sea, o triunfan o se arma la de Dios es Cristo. De todas formas vienen con ganas de bronca. Abascal, que no se anda con rodeos y parece estar poseído por el espíritu del Gran Capitán, ha anunciado que, si ellos y el PP forman gobierno, la situación se tensará mucho en Cataluña. Y se ha quedado tan pancho el muy patriota.
Bueno... veamos: ¿se han dado ustedes cuenta de cómo es la publicidad de la comida basura? Hace años las imágenes destinadas a vendernos hamburguesas, pollos fritos, salsas barbacoa y lípidos saturados de diverso jaez intentaban mejorar la realidad de semejantes productos, y las carnes aparecían con aspecto de haber sido hechas a la brasa con leña de encina y las costillas de cerdo salían brillantes y jugosas. Ahora no. Qué va. Cada spot encona la competencia por ver quién presenta la bomba calórica más guarras, más grasienta. Con increíble sadismo aprietan las torres de vacuno picado y queso fundido, para que aquello rezume y exhiba ante la cámara el colesterol sin disimulo... ¡sin complejos! Cualquier persona medianamente instruida en las cosas del comer, viendo aquello, podría acabar echando la pota; y sin embargo el basureo sin remilgos funciona. A las cadenas de comida rápida y asquerosa les va muy bien.
En esta campaña ocurre lo mismo. Los reaccionarios han dejado de hacerse los buenos, se han despojado de cualquier escrúpulo democrático -por el contrario proclaman que ellos defienden la libertad frente a la “dictadura” socialcomunista- y presentan al público una oferta incierta, sucia y en principio poco apetitosa. Sí, pero venden.
Venden noticias falsas, rumores sin confirmar, revanchismo y mala leche. Y una parte del público se entusiasma. Las redes multiplican los ecos de esta propaganda disparatada, configuran mayorías virtuales que poco a poco se van haciendo reales. Quienes vivimos con los pies en el suelo y con el paladar en su sitio buscamos otras referencias, tenemos otros gustos. Quizás seamos los raros y los otros hayan inventado una normalidad extraterrestre. No sé. En estos tiempos mucha gente elige restaurante mirando los más votados en las webs dedicadas al tema. Así, de acuerdo con las supuestas calificaciones “de los consumidores”, se puede acabar yendo a una pizzería sin gracia en una ciudad donde hay una oferta gastronómica mil veces mejor. Además ya sabemos que hay pseudoempresas dedicadas a “posicionar” establecimientos en esos rankings presuntamente determinados por el honrado usuario. Hay mucha mentira, pero funciona. Servidor prefiere consultar las guías elaboradas por profesionales. Sus propuesta son más finas y más caras, vale. Pero si has de ir a comer fuera de cuando en cuando, siempre será preferible poco pero bueno que mucho pero malo. En fin, es cuestión de gustos.
No sé si lo de esta noche en TVE servirá de mucho o de poco. Abascal dará espectáculo, pero debatir con él es como razonar con un majara. En el PP anuncian que pondrán a su gente en el CIS, el INE, Correos, y por supuesto, en el Consejo General del Poder Judicial -aunque, bueno, ahí no han dejado de estar los suyos en abierto incumplimiento de la Constitución-. O sea, que harán sin despeinarse aquello de lo que han venido acusando al Gobierno progresista. El País ha cantado la gallina -¡Virgen santa, que extravagancia!- porque un columnista suyo puso en boca de la gran jefa de la UE, Von der Leyen, algo que la Comisión Europea ha desmentido. Nada está decidido. El 23-J siempre podremos sustituir el bigmac de cuatro pisos por un gazpacho y una pieza de bonito levemente salteada en la plancha y aliñada con una salsa Orio o un aderezo más o menos oriental. Recomiendo una mezcla de teriyaki, aceite de oliva aromatizado con hierbas y unas gotitas de salsa picante. Sin pasarse en el remojo, ¿eh?
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