El final de la Edad Contemporánea y el nacimiento de....
Debo confesar que esta vez solo he visto algunos fragmentos del debate en el Congreso. Todo resulta ya demasiado evidente y previsible. Qué van a decir los portavoces de las dos derechas asilvestradas, de los periféricos, de los demás y, por supuesto, del Gobierno... es algo que carece de misterio y tampoco deja opción a la sorpresa. En este plan, acabaré dándole la razón a mi señora y me pasaré a las filas de quienes dan por hecho que la ciudadanía, salvo los “hooligans” correspondientes, pasa del espectáculo y de sus absurdos contextos. Sigo sin hacerme una idea de los estragos que ha causado en la opinión pública la bronca permanente, la sucesión de mentiras y, en definitiva, la antipolítica. Solo estoy seguro de que la controversia ideológica ha adquirido en España una virulencia que replantea la vieja contradicción entre bandos incapaces de tolerarse mutuamente; eso está ahí, y va a seguir estando. El reencuentro de Ciudadanos con la flexibilidad que se le supone al centrismo es el único signo reseñable (no me atrevo a decir esperanzador), aunque dudo que las otras dos partes del llamado trifachito de Colón estén dispuestas a tolerar que se les escape el socio. Ya hablan en las redes de traición y cosas peores. Los reaccionarios son la hostia.
Total que me he ventilado las siete temporadas de la serie “Mad men”, en Netflix. Justo la noche pasada vi el último capítulo y asistí al final, decepcionante como suelen serlo los que cierran series tan largas y tan intensas. Me ha gustado mucho el extenso relato, que tiene por protagonistas a un grupo de publicistas neoyorquinos en aquellos Estados Unidos de la crisis de Cuba, la lucha por los derechos, la emergencia de las mujeres, la guerra de Vietnam, el rock, el underground y la manipulación de todo ello por un Sistema (con mayúscula, sí) camaleónico y en constante evolución. A través de los protagonistas podemos asistir al último fulgor de la modernidad, del momento en el que la Edad Contemporánea se preparaba para echar el telón mientras IBM fabricaba los primeros ordenadores, el ser humano llegaba a la Luna, las supuestas utopías sociales quedaban en evidencia (convertidas en monstruos políticos) y todo empezaba a estar listo para la revolución conservadora de Reagan y Thatcher, la caída del Muro, la desaparición de la URSS, el giro de China hacia su propia fórmula de capitalismo de Estado y finalmente la gran crisis ecológica, la lucha por el control de la globalización y la revolución tecnológica.
“Mad men” (EEUU, años 60-70, que vienen a ser los 80-90 en España) te llena de nostalgia si eres de mi generación o incluso más mayor, porque en aquella España de Franco (o sea, aquella España de mierda) lo único que podía dar sentido a la vida era precisamente ser uno de los últimos europeos que hacía la resistencia al fascismo-capitalismo desde la clandestinidad y jugándote el tipo. Por lo demás, muchos hubiésemos preferido ahorrarnos la épica revolucionaria y poder recorrer los clubs de Nueva York o las tiendas de la londinense Carnaby Street. Vestir a lo fino o a lo hippy, escuchar en directo a Led Zeppelin y a los Doors, o asistir a los grandes festivales, leer cómics contraculturales, escuchar lecturas de los dramaturgos y poetas malditos y escribir reportajes en las grandes revistas de culto (Rolling Stone, Esquire o New Yorker). ¡Ay, amigos! En vez de todo eso tuvimos la emoción de eludir a la Brigada Político-Social, asistir a interminables reuniones y hojear los tochos del Fondo de Cultura Económica mexicano o del Instituto de Lenguas Extranjeras de Pekin. Mucho marxismo pero poco rollo.
Lo mejor de todo ha sido poder presenciar en directo, “on line” total, el final de una edad histórica y el inicio de otra. Nunca se había dado esta circunstancia. El mundo contemporáneo, con sus horrores, sus resplandores, sus maravillas, sus matanzas, sus utopías fracasadas y sus transformaciones sociales y económicas ha hecho mutis. Ahora, cuando la pandemia ha meneado a modo esa coctelera donde se agita la realidad líquida, mesas redonda e informes periodísticos intentan avanzar el presente-futuro consultando a personajes y expertos que actúan como arúspices capaces de profetizar lo que está llegando. No obstante, persisten las incógnitas más transcendentales.
Así caminamos por el interior de la barraca de los sustos en la feria de la posmodernidad. Sale Trump y te ríes, sale Trump otra vez... y te cagas. Te has hecho mayor y el Nueva York de los 60-70 ya no volverá. Ni siquiera la Movida madrileña. Pero vivir seguirá siendo muy interesante. Y el Congreso de los Diputados, un muermo surreal.
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