Las Españas asimétricas

Se diluye la alarma. Hay menos muertos. Será el calor, las medidas adoptadas en las semanas anteriores o vayan ustedes a saber qué. El coronavirus ha mostrado sobradamente su notable capacidad para despistar a científicos y médicos. Por eso se anuncian rebotes o nuevas oleadas o una creciente levedad de la Covid 19, de la misma manera que se desechan tratamientos, se avanzan otros nuevos y surgen aquí y allá noticias sobre vacunas, mutaciones y efectos secundarios. No es fácil cogerle el tranquillo al “bicho”, pero en lo que a España y buena parte del mundo se refiere ya no importa tanto la pandemia como sus consecuencias en distintos aspectos de nuestras vidas. Las bolsas se recuperan, China ha roto los pactos sobre Hong Kong, Trump ha entrado en guerra abierta con Twitter, los barrios negros de las ciudades norteamericanas se convierten en un campo de batalla, Bolsonaro ha dado una especie de extraño golpe de estado en dura pugna con algún tribunal y ciertas unidades de la Policía, Turquía extiende su influencia militar por el Mediterráneo, Irán se ha hecho presente en Venezuela y la industria del automóvil se reorganiza a escala global reclamando para sus nuevos proyectos financiación pública en cantidades nunca vistas. Aquí, ya saben: el poder político está en juego, sobre un tapete confuso pero inequívocamente hispano: discursos, mensajes, consignas, tricornios, togas, mentiras, unas derechas muy agresivas, unos periféricos encelados en sus particulares asuntos y unas izquierdas obtusas que tienden a dividirse mientras gritan ¡unidad! Nada nuevo en la piel de toro.

El otro día, en la radio, alguien señalaba que la crisis del coronavirus sería totalmente distinta pero perfectamente simétrica si gobernasen los conservadores y fuesen los progresistas quienes actuaran como oposición. En tal caso los que ahora critican al Gobierno lo apoyarían, y viceversa. Los nacionalista centrífugos, se supone, intentarían sacar tajada en medio del barullo; o sea, igual que hacen ahora en una muestra de evidente ceguera, sobre todo por parte de los independentistas catalanes.

Sin embargo yo no creo que ese panorama inverso en lo que a la pugna entre progresistas y reaccionarios se refiere pudiese resultar tan simétrico. Es más, creo que no lo sería ni por aproximación. Con las derechas administrando la pandemia es probable que el balance sería a estas alturas bastante similar, tal vez un poco peor o incluso un poco mejor, aunque esto último lo dudo mucho visto lo visto en Madrid. Pero la crisis política no habría llegado tan lejos, ni mucho menos. La explicación es simple: desde la oposición las izquierdas pueden utilizar (como hicieron en otros momentos) cierta capacidad para la agitación y la propaganda, alguna influencia en los medios progres, un mayor respaldo intelectual y cultural, y su consabida habilidad para movilizar a amplios sectores sociales sobre todo mediante la convocatoria de manifestaciones; no obstante, las derechas poseen esas mismas capacidades (en alguna de las cuales, por ejemplo el manejo de las redes, han desbordado a sus adversarios) y además tienen de su lado poderes fácticos muy… contundentes. Mandos y agentes de la Policía y más aún de la Guardia Civil, fiscales, jueces y supongo que militares son mucho más conservadores que otra cosa. A menudo superconservadores. Una ojeada a los resultados electorales en colegios donde votan miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad y sus familias arrojan resultados inequívocos. Asociaciones profesionales, sindicatos corporativos, grupos de whatsapps, blogs, personalidades relevantes de la milicia o la judicatura escoran a estribor sin disimulo alguno. En esos colectivos muchos creen que el nacionalcatolicismo o en todo caso el nacionalpopulismo es la doctrina natural, la que corresponde. España como debe ser.

Las derechas pueden sugerir que la guardia Civil ha de desobedecer “órdenes injustas”. Casado se reúne sin tapujos con diez organizaciones de dicho instituto para cooordinar acciones antigubernamentales. Se habla tranquilamente de que la Benemérita tiene su propia dinámica interna, o de que en su cúpula y en la de Interior están incrustadas diversas asociaciones integristas. En paralelo, los conservadores llevan decenios controlando los altos órganos judiciales, y la renovación de los mismos ha sido boicoteada por las derechas (en particular por el PP). Todo ello se enmarca, pese a todo, en la lógica del interés nacional y del españolismo, de la “neutralidad” de los uniformados y de la independencia del poder (ojo al término) judicial.

Por ello no hay simetría posible. Todo lo contrario. Y no hablamos de dónde está la gente que maneja el dinero y los negocios, que esa sería otra historia para no dormir. Por ello, si gobernasen los conservadores, a día de hoy estarían sometidos a duras críticas; pero nada que ver con lo de ahora. No amedrenta quien quiere (trátese de Iglesias, de Rufián, de Otegui o de cualquier otro zurdo o periférico con vocación provocadora), sino quien puede, quien tiene verdadero poder. La democracia, bien lo vemos, no es una atmósfera químicamente pura y estable. Y a veces… se degrada.

Comentarios

  1. Mmm..siempre, viene a ser , son los mismos. Nunca se han ido. Siguen ahí y ahora se palpan poderosos y a favor de la ola. En la otra orilla, torpeza, exabruptos, cabreo.. ¿Raciocinio/mesura/templanza?'. ¿Pero que palabrejas son esas?. Deben estar en la RAE de hace una treintena de años..¡y en papel!

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