¿De quién es el 8-M? ¿De quién es la Guardia Civil?

Todo vuelve, de manera obsesiva, al 8-M. El coronavirus, la enfermedad, el contagio, la oportunidad de acabar con el Gobierno elegido democráticamente, el vuelco, el fin definitivo de los derechos sociales, el triunfo de la que para los conservadores es la única idea de España posible… Todo gira en torno a esa fecha y a un factor político esencial para las radicalizadas derechas: recuperar una correlación de fuerzas en la cual el aparato del Estado vuelva a pertenecerles y actúe como correa de transmisión de sus afanes e intereses. De ahí que esas mismas derechas quieran hoy dejar muy claro que la Guardia Civil es “suya”. Faltaría más. Los guantes morados, de ellos, de los socialcomunistas y las feminazis; los tricornios, nuestros. Bajo ese lema toda la trama reaccionaria ha reactivado su acoso a un Ejecutivo cada vez más medroso y carente de iniciativa. Marlaska ha prometido a los cuerpos y fuerzas de la seguridad del Estado un aumento de sueldo. ¿Era lo único que podía hacer? ¿Y de qué le servirá si la situación sigue deteriorándose?

Es obvio que, si el 8-M hubiera contenido una reivindicación diferente a la feminista, que, por ejemplo, para ese día hubiese sido convocada una manifestación de… agricultores, el argumentario antigubernamental no hubiera considerado la jornada el punto de partida para culpar a Sánchez y su Gobierno de haber permitido que la Covid 19 se expandiera sin remedio.. De hecho, aquel fin de semana la vida se desarrollaba con cierta normalidad, aunque ya se estaban suspendiendo muchos eventos convocados para días posteriores. Se ha dicho hasta la saciedad que hubo cines, bares, partidos de fútbol, misas, viajes en metro y autobús y un movimiento sin límites de las personas, incluyendo un mitin de Vox (cuya asistencia fue inferior a la prevista porque, según dijo entonces dicho partido, había recomendado a sus adeptos de mayor edad seguirlo por streaming). Pero, a posteriori, de todo lo ocurrido entonces solo ha importado el 8-M, y más en concreto su conmemoración en Madrid. No ha sido posible determinar ninguna relación causa-efecto entre la manifestación feminista y la explosión de contagios. Pero eso no importa, el 8-M pertenecía y pertenece a las izquierdas (aunque también convocara, por cierto, a mujeres del PP y de Cs) y esa es la clave de todo. Una clave que permite disparar a la línea de flotación del Ejecutivo y al tiempo disimular lo que ha sucedido en la capital de España y en su comunidad autónoma: el colapso de la sanidad pública, la mortandad en las residencias de dependientes, la catástrofe.

Lo que en estos momentos importa es que aquel argumento desarrollado para criticar al Gobierno se ha convertido en atestado elaborado por guardias civiles por orden de una jueza de instrucción. De las personalidades del coronel Pérez de los Cobos y de la jueza Rodríguez-Medel hablé ayer. Es difícil, a partir de ahí, saber qué papel están jugando ambos en el culebrón con ínfulas de tragedia que llena las primeras páginas de todos los medios. Está claro que se trata de algo más que confuso. El atestado en cuestión fue elaborado, según se sabe, a partir de informaciones difundidas por OK Diario y la Cope. Contiene por tanto bulos, datos falsos, errores y una clamorosa visión subjetiva. Pero lo más significativo es que ese documento, que teóricamente tenía un carácter confidencial y su única destinataria era la magistrada instructora, el viernes ya era manejado por “El Confidencial” y luego por otros medios y webs conservadores que se citaban con fruición a sí mismos por boca de la mismísima Benemérita. Era un círculo vicioso muy en la línea de los que le gustaban urdir a Jorge Fernández-Díaz, que fuera ministro de Interior bajo la presidencia de Rajoy y que dispuso una específica unidad policial destinada a sabotear desde dentro investigaciones sobre el PP y a la vez inventar “casos” contra adversarios políticos (Podemos o los independentistas catalanes). Su famosa frase “eso (refiriéndose a cualquier acusación fabulada) me lo afinan luego en Fiscalía y lo lanzamos a través de periodistas y medios amigos” es un compendio de una forma de actuar, que ahora vuelve a estar sobre la mesa.

Y ahora, si la Guardia Civil es de quién se supone que debe ser (de quién ha sido siempre, salvo en algunos casos y momentos) y alguien en la judicatura echa una mano (que ahí siguen los altos jueces conservadores de cuando el PP mandaba) quizás sea posible someter al Ejecutivo Sánchez-Iglesias a un desgasta insoportable. E incluso a algo más, que en el bando reaccionario nunca se olvida el hecho de que en la España contemporánea los uniformados (y armados) siempre han sido no solo un apoyo sino el último e imbatible recurso. En las redes, los bots fascistas ya celebran el encarcelamiento de presidente, vicepresidentes y ministras/os. Junto con el bueno del doctor Simón, que de ese no se olvidan. ¡Y pensar que quien le puso al frente de las emergencias fue Rajoy!


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