Con pandemia o sin ella, cada cual a lo suyo
He pasado por el Centro de Salud, donde dos enérgicas enfermeras debidamente protegidas por lo que parecían impenetrables EPIs “made in China” me han cuadrado, me han sentado, me han dado órdenes, me han metido una torunda por la garganta y me han echado de allí por la vía rápida. Ahora solo queda dejar pasar cuarenta y ocho horas (espero que no más) para saber si sigo en brazos de la Covid 19 o ya me he liberado. Lo peor es que, según voy leyendo, no está nada claro que los infectados leves o asintomáticos produzcamos suficientes anticuerpos como para garantizarnos la inmunidad ante esa segunda oleada de la pandemia que todos sitúan en el próximo otoño (o antes, que a día de hoy sigue habiendo contagios y defunciones). Vaya fiasco.
¿El debate en el Congreso? No sabría qué decirles. En realidad, tanta polémica, tanto ansia, tanta polvareda y tanta mala hostia no son consecuencia del impacto causado por el coronavirus, sino el efecto retardado, aunque amplificado, de las fobias políticas existentes antes de la llegada del “bicho”. El guión de enero no ha sufrido grandes modificaciones, salvo para extremar los argumentos y polarizar todavía más las tensiones ideológicas. Las derechas han enloquecido e impulsan un proceso destituyente superagresivo. Los periféricos vuelven una y otra vez a las andadas soberanistas porque carecen de discurso complementario. Las minorías y versos sueltos padecen la inquietud del que teme perderse algo en medio del barullo. Y solo Cs ha corregido parcialmente el rumbo e intentado cosas nuevas porque de perdidos… En cuanto al Gobierno, sigo creyendo que carece de seguridad, convicción y sobre todo de una narrativa coherente. Este Ejecutivo de izquierdas quiere volver a su agenda reformista, y por ahí va lo relativo a la transición ecológica, que vendría a ser un plan de reconstrucción verde. Pero no está nada claro que disponga de recursos financieros, claridad de ideas y músculo parlamentario suficiente como para traducirlo en hechos.
El juego de las fuerzas conservadoras está muy claro. Van al choque como una especie de toro bifronte. PP y Vox interactúan de manera que, además de competir, están desarrollando algo muy parecido a una discreta complicidad. Casado anima el activismo de Vox y este partido ha dejado de aludir a la derechita cobarde. Bajo la intensa agitación de ambas derechas (muy radicalizadas) se mueven los intereses: rebajas fiscales, desregulación (sobre todo en materia urbanística y medioambiental), incentivos a la inversión, reducción de los costes salariales, privatización de los servicios públicos y subvención directa al modelo económico pre-pandemia. Ahí no caben cambios ni transiciones ni verdor alguno. Abascal alza la bandera del diésel, el motor de explosión, el turismo de masas y el ladrillo como paradigmas de desarrollo. Casado está por la misma labor; eso sí, con una elaboración teórica un poco más fina.
Luego, los nacionalistas de la periferia. Por ejemplo, Rufián, el de Esquerra. Su corazón está partío entre el progreso social y la patria absoluta. Es más, se le ve convencido de que ambas cosas son una sola, porque él (al igual que sus colegas-adversarios de JxCat) cree a pies juntillas que ser un patriota español al uso es una cosa casposa y reaccionaria (en lo cual no va muy desencaminado si atendemos al biotipo pijo-friki), pero serlo catalán… ¡Ah! Eso es otra cosa muy distinta, moderna, democrática, progre, chula y digna de ser admirada por cualquier ser humano que pretenda alinearse a la izquierda. Por eso cuando parte peras con el PSOE y Unidas-Podemos lo intenta hacer desde una altura moral superior. Pero, en primer lugar, es fácil darse cuenta de que está sujeto a la pugna con los de Torra por ver quién es más… de lo suyo; y en segundo, la lógica de ERC, pese a los bandazos oportunistas que jalonan la historia de dicho partido, es esencialmente soberanista e independentista. Las ocasionales referencias obreras e internacionalistas de Rufián son bonitos adornos, pero de ahí no pasan. En el nacionalismo catalán, el movimiento lo asumen las masas populares, pero la dirección política (al menos hasta hoy) es bastante más selecta.
La pandemia exigiría otra manera de abordar la situación. Más reflexión, más apoyo mutuo, más innovación… y menos ventajismo, menos demagogia y menos victimismo. En otros países ocurre lo mismo o parecido. En otros no: están definiendo un futuro inmediato acorde con la brutal experiencia que ha supuesto la pandemia y todas las amenazas que sigue proyectando sobre nosotros un planeta semidestruido y un capitalismo enfermo que se devora a sí mismo y a todo lo que pilla. Pero, claro, eso es alta política, filosofía, creatividad. Muy complicado, oigan.
Don Jose Luis ; háblenos del nuevo Hospital General de Nuestra Señora Pilar de Yarza , ese que pretende construir tito Azcón vendiendo suelo público y favorecer al Grupo Quirón .
ResponderEliminarSupongo que la dirección para Dña Pilar de Muro , la gestión para cualquier arribista sin escrúpulos y el Capellán Don Juan Antonio Gracia......
Zaragoza ...maldita eres !!!
Hablaré, hablaré. Porque la jugada se las trae. Tal vez no sea exactamente como la describe usted, pero supongo que bastante parecida. Es una prueba evidente de que, tras el debate político, alientan otras jugadas más sustanciosas. Aquí hay gente que no deja pasar una oportuniad... de hacer negocio.
EliminarQué par de pilares monumentales. Más que pilares obeliscos, diría yo. Punta de lanza de una igualdad utópica hasta la fecha, cómo mostraban en tu excurro hace poco. La una salva cuerpos aquí y allá y la otra aquí y hasta los indios. Su señor les de el premio que, sin duda, merecen.
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