“Billy El Niño”: los malos también mueren
En estos días de
pandemia, las noticias son brutales, sorprendentes y a veces
evocadoras. La muerte por coronavirus del policía conocido como
“Billy El Niño”, miembro de la Brigada de Investigación
Político-Social (BIPS) durante el franquismo, ha venido a demostrar
que ni siquiera los más malos pueden torear a la de la guadaña. El
que fuera famoso torturador (si es que un torturador puede acceder a
la fama) en los calabozos de la Dirección General de Seguridad se ha
ido al otro barrio solo y angustiado, sin que las condecoraciones que
todavía premiaban su asqueroso trabajo le hayan servido de nada. A
la postre, Franco palmó en la cama, y dispuso de un ejército de
prestigiosos facultativos (el Equipo Médico Habitual, que firmaba
los partes) para convertir su final en un horrible tormento,
prolongado día tras día y fotografiado minuciosamente por el
yernísimo Marqués de Villaverde. A cada cual le llega su hora.
“Billy El Niño”
era ya un viejo que salía a la calle en contadas ocasiones,
ocultando el rostro tras gafas de sol y oscuras bufandas. Quienes
idealizan la presunta justicia divina podían pensar que llevaba una
vida de mierda, atormentado por el recuerdo de los interrogatorios a
los detenidos por pertenecer a un partido o un sindicato, reunirse,
editar publicaciones contrarias al Régimen o pintar “Amnistía,
Libertad” en una tapia; que le acosaban las pesadillas y arrastraba
una insoportable carga de infamia y miseria moral. Otros, más
pragmáticos, lamentarán que se haya ido convertido en uno de esos
cabos sueltos de la Transición, sin que la democracia fuera capaz de
ajustarle las cuentas en un acto de justicia elemental (de la
terrena, de la de verdad). Y no han faltado quienes pretenden
homenajear la memoria del siniestro agente. “Trabajó para proteger
las libertades de las que hoy gozamos”, se pudo leer en los
comentarios a la noticia del deceso publicada por ABC (¿durante
cuánto tiempo seguirán los periódicos supuestamente serios y
prestigiosos publicando en su edición digital barbaridades
semejantes?). ¿Libertades, “Billy El Niño”?... ¿El mismo que
golpeaba a la libertad en los riñones con guías telefónicas y
toallas mojadas?, ¿el que abofeteaba a la libertad y la quemaba con
su cigarrillo antes de someterla al “quirófano”, “la bañera”
y “el cristo”? Luego, este personal que recuerda con nostalgia
los viejos buenos tiempos dirá que ahora vivimos sometidos por el
estado de alarma a una intolerable dictadura socialcomunista.
Acojonante.
Abriendo el foco, no
es difícil percibir cómo la crisis provocada por el Covid 19 es
administrada por las peores personas para arrimar el ascua a su
sardina. Se juega en diversos tableros, pero en realidad todo es
política. Vox acorrala al PP, Cs se la juega a doble o nada, los
agitadores reaccionarios se salen de madre, los separatistas
catalanes vuelven a blindar su burbuja… al final, el PSOE y Unidas
Podemos casi parecen los más cuerdos, a pesar de sus despistes,
errores, inconsecuencias y desorganización. Dicen que las
circunstancias han reforzado la relación entre Pedro Sánchez y
Pablo Iglesias, obligados por las circunstancias a entenderse. Nadie
pudo imaginar tal cosa hace cuatro meses.
Todo es política,
digo, porque la pandemia ha puesto sobre el tapete muchas cosas y muy
importantes. La necesidad de reorganizar territorialmente España
como un auténtico estado federal. O el insoslayable desafío que
plantea la economía en todas sus vertientes: modelo, estrategias,
fiscalidad, relación entre lo público y lo privado. O el reseteo de
todas las instituciones y sus correspondientes administraciones, que
se han revelado como una maquinaria obsoleta, pesada y especialmente
lenta a la hora de utilizar las nuevas herramientos informáticas.
Y que no se nos
olvide la cuestión de las residencias de ancianos y dependientes en
general. Las patronales del sector, defendiéndose con el ataque,
quieren ahogar las investigaciones sobre lo que sucedió en esos
establecimientos. A medias con los portavoces de Vox pretenden que la
responsabilidad de la catástrofe no fue ni de los gestores de los
asilos ni siquiera de las comunidades autónomas, que tienen
transferidos los servicios sociales hace ya decenios. La culpa sería
única y exclusivamente del Gobierno y en concreto del vicepresidente
Iglesias.
Es tremendo, sí. E
inaceptable. Pero de las residencias… ya hablaremos mañana.
Y no olvides hablar de que ya estamos en ese momento de desescalada tremendo, cuando priman más las razones económicas que las sanitarias. Ayer. sin ir más lejos, en el H14 de la SER Aragón el presidente de la CEOE zaragozana mostraba su pesar por no saber como despedir... tal cual
ResponderEliminar