Esto es solo el principio
La intensa pugna política y el desgarrado y a menudo bronco debate social que ha provocado en España el coronavirus no es sino la preparación artillera de la verdadera batalla, que vendrá luego. El objetivo es obvio: analizar la situación para promover cambios sustanciales, redefiniendo el futuro y despejando la inseguridad y el miedo; o bien bloquear dichos cambios para volver al punto de partida o, mejor todavía, convertir el drama en “oportunidad” (tal que en 2008). Las derechas lo tienen claro cuando promueven alternativas paleorreacionarias o abiertamente fascistas, en orden a incrementar el poder de las élites y la desigualdad. No pueden permitirse el lujo de dejar pasar una ocasión tan estupenda. En su estela, una activa marea de empresarios, financieros, inversores, oportunistas y odiadores aprovechan para hacer lo que venían maquinando desde antes de la pandemia: poner en jaque al Gobierno democrático, aprovechar sus errores (que no han faltado), carencias y debilidades internas para darle la vuelta a la tortilla... e imponer salidas autoritarias actualizando a su gusto el ya raído espíritu del 78.
En un artículo que publiqué la semana pasada, cuando este blog aún no había nacido, hablé de las residencias de ancianas/os y lo que en ellas ha ocurrido. Lo hice intentando captar el punto de vista de tantos viejos dependientes o semidependientes que han acabado en alguno de esos establecimientos, las más de las veces en contra de su voluntad aunque forzados por las circunstancias. Tal comentario (que aparece íntegro en la segunda entrada de este mismo blog) podía considerarse un tanto categórico, pero poco más. Estando como están los asilos (que aportan la mayoría de los muertos por el virus), parece tan lógico como imprescindible volver la vista hacia ellos y preguntarse qué ha fallado de manera tan estrepitosa y letal. Bueno, pues el revuelo que se originó apenas aquello salió a la luz fue monumental. Las asociaciones de las empresas aludidas pusieron el grito en el cielo. ¿Cómo se me ocurría cuestionar las residencias (y en particular las del sector privado) en las actuales circunstancias?
Confieso que la tormenta alcanzó tal estruendo que acabé desconcertado. Hasta que muy pronto comprendí que aquella reacción era perfectamente normal, porque aquí nadie quiere ser señalado con el dedo, ni sentirse mínimamente responsable de nada, ni siquiera dar alguna explicación o asumir que en el futuro tendrá que hacer las cosas de otra manera. La gestión de la pandemia se ha llenado de héroes (muchos de los cuales lo son, sin ninguna duda) y unos únicos y exclusivos villanos: los políticos, sobre todo el Gobierno central y opcionalmente los autonómicos. Con los “trolls” y los “bots” de la extrema derecha aullando todo el día en redes y medios, con los portavoces del PP y de Vox boicoteando la acción del Ejecutivo disimuladamente o de manera manifiesta, con los sindicatos corporativos promoviendo demandas y querellas, la meta última no parece ser otra que la de generar un vendaval antipolítico que abra el camino a un nuevo tipo de régimen. Es una pelea descarnada de la cual esta anécdota que cuento de las residencias no pasa de ser un mero detalle. Está en juego el reforzamiento del sector público o su externalización definitiva, el rescate de los más humildes o la total socialización de las pérdidas empresariales, la consolidación de una inquebrantable conciencia medioambiental o el olvido de la crisis climática, el reforzamiento de la UE y la aparición de algún tipo de gobernanza global o el retorno al tribalismo de los nacionalismos más identitarios y excluyentes.
El lema “los políticos son culpables” o “el Gobierno es culpable” no es una simple acción de crítica razonable y de ejercicio del control democrático. Va más allá. Nadie quiere autoexaminar su propio papel en este drama porque es más fácil cargarlo todo a la cuenta de los correspondientes chivos expiatorios y prepararse para el día después. Un día que poderosos intereses imaginan en clave distópica; o sea, de la manera más conveniente para poder seguir como hasta ahora o mejor todavía. Manipulación y negocio a tope. Hasta la próxima catástrofe.
Has dado en la Diana.
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