El virus deja en coma al periodismo
Admitamos que esta
pandemia ha colisionado, en lo que a España se refiere, sobre un
montón de situaciones ya muy viciadas o forzadas. Así que el
encontronazo ha generado tremendas crisis a partir de las crisis
previas. Y ahí vamos todos, de cráneo. Les ha pasado a los medios
informativos y al periodismo en general, cuando el coronavirus ha
llegado para agravar los males anteriores. Ahora, el modelo de
negocio, ya resquebrajado, ha dejado de existir; la incapacidad de
encontrar un mínimo rendimiento en las ediciones digitales es total
(a pesar de que las audiencias han experimentado incrementos muy
notables); las campañas publicitarias de Semana Santa se han
esfumado; no hay fútbol ni espectáculos ni cultura… y lo peor de
todo es que unas redacciones diezmadas, con sus núcleos duros
descompuestos y un exceso de novatas/os, mal organizadas y peor
pagadas, se han visto sobrepasadas por el aluvión (y ojo, que llegan
los ERTEs). El fenómeno se refleja en los diarios más relevantes,
donde es difícil encontrar informaciones bien armadas, análisis y
reportajes o entrevistas de calidad. Al tiempo, las cabeceras
conservadoras han agudizado su giro hacia el panfleto y compiten
entre sí en tremendismo y radicalización ideológica. “El Mundo”
y “ABC” apuestan tan fuerte en ese juego demencial que algunos
días “La Razón” casi parece un diario serio.
El problema se ha
agravado porque el tsunami internáutico (letal desde hace años) ha
acabado imponiendo sus usos y clichés al periodismo profesional. El
lenguaje de los “trolls” ultraderechistas, inspirado en España
por el argumentario de Vox y otras organizaciones del
nacionalcatolicismo más extremo, se ha infiltrado en los rotativos
antes mencionados, en las “webs” de la misma cuerda e incluso en
medios que pretendían ser respetables. Sean Francisco Rosell y su
grupo de opinadores trabucaires en dura lid con Bieito Rubio y los
suyos, sea Carlos Herrera, excitado y decidido a no quedarse atrás,
sean, cómo no, Federico Jiménez Losantos o Alfonso Rojo, las
invectivas y la polarización se deslizan en sus artículos e
intervenciones y en las líneas editoriales que inspiran como una
prolongación natural de los bulos, barbaridades y mensajes “haters”
que han llegado a colonizar los espacios para comentarios de los
lectores nada menos que en “El País”. Incluso José Antonio
Zarzalejos, un comentarista habitualmente fino e inteligente, se deja
a veces arrastrar por la maléfica corriente.
Titulares engañosos,
expresiones insultantes, tropos y símiles cargados de intención
(como reclamar para el actual Gobierno de España un “Núremberg
ejemplar”), propuestas de clara naturaleza anticonstitucional y
pseudogolpista… todo vale. Desde esa perspectiva, las televisiones
(con TVE y la Sexta como grandes “bestias rojas”), “El País”
o “la Vanguardia” son considerados medios comunistas,
separatistas o masones. A veces parece que estamos en mayo del 36. O,
mejor, en un manicomio de los de la época.
No es sólo la
deriva política del sector más reaccionario del periodismo, sino en
general la pérdida de calidad en la información que se elabora.
Durante estos días no ha sido fácil hacerse una idea clara de lo
que estaba pasando en España y el resto del mundo. Con intenciones
manipuladoras o simplemente por pura impericia se ha abusado de los
datos descontextualizados y de un confuso simplismo, se ha ido a
rastras de las versiones oficiosas, se ha dado cancha a supuestos
personajes (médicos o sanitarios cogidos a lazo, presuntos expertos,
enterados, familiares de víctimas y un largo etcétera) cuyas
opiniones aportaban más confusión que otra cosa, se han producido
equívocos absurdos y se ha abusado de fuentes anónimas o
indeterminadas para armar crónicas muy poco esclarecedoras.
No todo ha sido así,
claro. También hemos leído y escuchado trabajos interesantes. La
presencia (la resistencia habría que decir) de periodistas veteranos
y de jóvenes reporteros bien formados (muchas veces, a pesar de
haber pasado por alguna facultad del ramo) se ha dejado notar
ocasionalmente, como rayos de luz entre las tinieblas. Medios
modestos (estoy pensando en “infoLibre”, y en su serie sobre la
hecatombe ocurrida en las residencias de ancianos) han publicado
reportajes de investigación más que notables..
Con eso y con todo,
el periodismo que a comienzos de marzo se dolía de una grave
enfermedad ahora está en coma. El coronavirus es terrible.
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