Demasiados muertos y demasiado barullo


Seguir la retransmisión en directo de los plenos del Congreso es hoy una tarea muy dura, una actividad de riesgo. Resulta inevitable apagar la tele cuando tu sensibilidad, tus entendederas y tus propios principios ideológicos han sido sometidos a un estrés tan intolerable que están a punto de colapsar. Porque asumiendo que estamos ante una crisis brutal e inédita, la respuesta institucional no puede ser más lamentable. Quienes aborrecemos la antipolítica y rechazamos la costumbre de culpar a los políticos de todos los males que puedan suceder estamos ahora en un sinvivir, porque España arrastra ya demasiados muertos y demasiado barullo sin que quienes dicen representarnos sean capaces de afrontar la crisis con un mínimo de eficacia, claridad, decencia y respeto a la ciudadanía.

El Gobierno patina. Patinó al principio, lo cual puede ser comprensible porque la pandemia nos desbordó a todos. Pero lo malo es que sigue patinando, y se le nota. Sánchez lleva mes y medio tirando de explicaciones imprecisas, abstractas, preñadas de dudas y ajenas a la operatividad que se le presume al Ejecutivo de un Estado moderno. A su lado, Iglesias confunde el discurso con la acción, los enunciados con los hechos. Ambos parecen incapaces de armar una nueva red organizada capaz de luchar contra el coronavirus, coordinar con tino los distintos niveles de la pirámide institucional, generar confianza, dar respuestas a los terribles retos económicos que han surgido y ofrecer empatía y transparencia. España está entre los países que peores resultados ha obtenido a la hora de encarar el desastre. Y ya es hora de empezar a saber porqué. Aquí hay algo que no va. Las rectificaciones sobre la marcha son constantes, incluso cuando se trata de regular la salida de los niños del confinamiento o la forma de realizar los tests para precisar cuál es la situación. ¿A quién se le ocurrió, en el primer caso, llevar a los críos a supermercados y farmacias o, en el segundo, pretender que Sanidad o la UME harían los análisis cuando carecen de una infraestructura y un personal que están bajo control de las autonomías?

La oposición de derechas, claro, está decidida a convertir la batalla contra la enfermedad en una batalla contra el Gobierno. Venga o no a cuento, los delirios sobre el cambio de régimen (¡Virgen del Amor Hermoso!), Venezuela, el 8-M, el control de los bulos y otras cuestiones paranormales llenan el discurso de Casado y los suyos, y no digamos el de Abascal y sus “terminators”. El líder del PP está haciendo gala de no poca habilidad retórica (y se apunta tantos como el de pedir el minuto de silencio en el Congreso que se le debió olvidar a la presidenta de la Cámara), pero “el otro” es un personaje realmente maligno y siniestro. Eso sí, ninguno ha hecho en todas estas semanas una sola propuesta coherente ni ofrecido un solo consejo razonable.

Los independentistas catalanes, erre que erre. O no se han enterado de nada, cegados por su afán soberanista-identitario, o pasan de todo (empezando por sus propios y sonoros fracasos en la gestión de la catástrofe) porque su discurso no da para nada más. Junts y la CUP siguen votando lo mismo que Vox. Tal para cual.

Hay pocas voces que se escapen de tan estruendosa cacofonía. Terrible, porque de esta crisis solo podremos salir bien con más democracia, más participación ciudadana y un nuevo contrato entre representantes y representados. Visto lo visto, puede suceder todo lo contrario: que aumente la desafección, que la polarización ideológica se dispare, que los conflictos previos a la pandemia evolucionen a peor (si tal cosa es posible… que lo es) y que la inminente ruina económica encuentre una sociedad descompuesta, desunida y más vulnerable que nunca.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Perro Sánchez sale vivo... y las derechas alucinan

...Y esta vez no es un virus

Dibujos animados: el ratón Feijóo se fue a por el gato Sánchez