Ciencia ficción: Después de la catástrofe


Todo esto lo habíamos leído o lo habíamos visto en la pantalla. Ahora se habla mucho de supuestas profecías más o menos técnicas en las que científicos o filósofos o augures de toda clase habían avisado de que llegaba la pandemia. Los medios andan a la caza de documentos anticipadores, como ya hicieron en 2008. Sin embargo la ficción ha creado a lo largo de decenios cientos de películas, novelas y cuentos muy reveladores, basados en el mismo argumento: una catástrofe golpea a la humanidad y destruye su hábitat. Guerra nuclear, virus mortal, rebelión de las máquinas, choque con un asteroide o similar, hundimiento económico total, apocalipsis zombi, invasión extraterrestre… Ya saben, desde “Mad Max” a “Resident Evil”, desde “El Martillo de Lucifer” a “Terminator”, distopía a lo bestia. No hacían falta arúspices ni iluminados que lo advirtiesen (aunque los haya habido). Ya podíamos suponer, gracias a la ciencia ficción, que sucedería alguna hecatombe en el fin de los días. De hecho no han faltado sectas y grupos de frikis que venían dando por hecho que esto iba a ocurrir y era preciso prepararse para alcanzar los cielos (espirituales) o para luchar por la supervivencia. “La peste” de Camus ha multiplicado sus ventas, lo mismo que “El Hoyo”, la película de Gaztelu-Urrutia que pasó desapercibida en las salas de proyección y ahora triunfa en Netflix. Pero ha habido otros (muchos) relatos más precisos; algunos, clavados.

Lo cual, si se me permite explicarlo y nadie me maldice por afilar la ironía mientras muere tanta gente, nos lleva a recordar que la realidad siempre va a estar en condiciones de superar a lo inventado. La ocurrencia de Monasterio (sacándole de repente la cara a Sánchez y arreándole estopa su aliada Ayuso a través de Twitter) o las pugnas políticas ampliadas por el impacto de la enfermedad (no solo la de las derechas mucho-españolas contra el Gobierno de España, sino la que enfrenta a los independentistas catalanes entre sí) son detalles que distorsionarían cualquier guión cuyo autor intentase alcanzar un mínimo de coherencia en el relato. Sobre todo si se tiene en cuenta que la “arquitecta” de Vox ha sido tachada por los propios “trolls” ultras de “roja comunista”, o que Torra se dedica estos días a desviar las responsabilidades (por la mortandad) a los consejeros de ERC en el Govern, a quienes acusa de boicotear la actuación sanitaria en Cataluña del Ejército y la Guardia Civil. En cualquier creación narrativa cosas así no serían imaginación sino psicodelia.

Pero lo que me interesa, metidos en este tema, es ir al verdadero meollo de lo que la ciencia ficción nos ha venido contando. O sea, lo que sucede justo después de que el desastre, enorme e imparable, se cebe en el género humano. Es cuando, en medio del invierno nuclear, de la inundación global (acuérdense de “Water World”), de las tierras arrasadas y las ciudades destruidas, aquellos pocos que siguen con vida se enfrentan al día después. Entonces, de manera invariable, aparecen dos bandos que luchan sobre los restos del naufragio: los malos (saqueadores, criminales, bandas salvajes, señores de la guerra…) y los buenos (la gente positiva que busca un refugio y trabaja y pelea para reconstruir una civilización solidaria, justa, purificada y decidida a no repetir los errores que provocaron o favorecieron la gran crisis previa). Para mucha gente, sobre todo en Estados Unidos, que es el país más influido por el cine, esa posible batalla postapocalíptica es tan real y tan vivida que desde el inicio de la pandemia se ha producido una afluencia sin precedentes a las armerías; la gente se lleva pistolas, fusiles y munición… por si acaso. El miedo al futuro alcanza así su máxima dimensión.

¿Es la secuencia catástrofe-supervivencia-violencia un tópico narrativo, o una suposición lógica? ¿Qué va a pasar aquí y ahora cuando llegue el día después y aunque sean muchos los supervivientes (al menos en esta ocasión) se produzca un choque político y social entre dos maneras de reconstruir el inmediato futuro? Porque ya se perciben signos de que, cuando se supere la pandemia, no caminaremos sin más hacia un hermoso horizonte de libertad, igualdad y reconciliación con la naturaleza, sino que habrá personas y entes decididos (ya se les ve) a convertir el desastre en una excusa para incrementar exponencialmente su poder, hacer más y mejor negocio, convertir la desigualdad en una ventaja o continuar explotando nuestro propio hábitat hasta las últimas consecuencias.

Como en los cuentos.

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