A Franco tampoco le cuadraba del todo la Guardia Civil
(Quiénes fuimos II)
Ya no habrá más
uniformados en las ruedas de prensa del Equipo Técnico que coordina
la respuesta a la pandemia. Y los que más se alegran de la medida no
son los antimilitaristas y otros izquierdosos, sino unas derechas que
estaban muy mosqueadas por tan estrecha relación entre un Gobierno
“sociocomunista” y el Ejército, Policía y Guardia Civil,
fuerzas armadas que los conservadores siempre han considerado cosa
suya. En medio de la crisis provocada por el Covid 19, las
declaraciones del general Santiago, jefe del Estado Mayor de la
llamada Benemérita, levantaron ampollas al afirmar que sus unidades
informáticas estaban investigando bulos y falsedades dirigidas a
erosionar la imagen de las instituciones gubernamentales. En los
ambientes reaccionarios aquello se interpretó como una confirmación
de sus propias “fakes”, según las cuales España es ya una
dictadura pseudobolivariana, una Venezuela del Mediterráneo. Pero,
por Dios, decían los del PP y Vox… ¿cómo puede expresarse en
tales términos nada menos que un alto mando del cuerpo que tiene por
divisa “Todo por la patria”? ¡Aaarrrggg!
En los últimos
días, y con el citado Santiago como involuntario protagonista, se ha
leído de todo en esas redes donde la extrema derecha nada como
tiburón en el océano. Muchos mensajes calificaban de traidor (o
similar) al pobre general. Otros, más piadosos, sugerían que este,
en un acto de sutil heroísmo, había desvelado las malvadas órdenes
gubernamentales para avergonzar al dúo Sánchez-Iglesias y preservar
el honor de la Guardia Civil. En todos los casos se daba por sentado
que nadie con uniforme podría, en buena ley, ayudar al actual
Ejecutivo. Por el contrario, los integrantes del aparato del Estado
deberían ir pensando ya en darle la vuelta a la tortilla para que la
España del coronavirus pueda ser la España de siempre: una, grande
y libre. Por la gracia de Dios.
¿Ha sido siempre la
Guardia Civil (y por extensión el Ejército) un baluarte
indiscutible de las fuerzas reaccionarias? Pues sí, pero no. Durante
años, tras el Golpe del 36 y a lo largo de la Guerra Civil, Franco
tuvo en su mesa el borrador de un decreto para disolver el cuerpo,
como ya había hecho con la Guardia de Asalto y los Carabineros. El
dictador y sus colaboradores habían llevado a cabo una limpieza (a
menudo sangrienta) de las fuerzas armadas y de seguridad. Porque no
todos sus integrantes habían secundado el Alzamiento, sino que por
el contrario bastantes de ellos se habían opuesto a ello en nombre
de la legalidad constitucional. Es significativo que las primeras
víctimas de la sublevación de julio fueran mandos militares que se
negaron a formar parte de la misma. Por ejemplo, el jefe de la
Comandancia de la Guardia Civil en Pamplona, José Rodríguez-Medel,
asesinado cuando intentaba reunir fuerzas para defender la República.
En los sucesos de
julio del 36 el aparato del Estado se dividió. Por eso el intento de
golpe desembocó en guerra civil. En las ciudades donde fracasó el
pronunciamiento, la actuación de militares leales, pero sobre todo
de la Guardia de Asalto, los carabineros y en algunos casos de la
Guardia Civil fue decisiva. Donde las inicipientes milicias populares
no tuvieron ese respaldo, o este no pasó de lo testimonial, su
derrota resultó inevitable. En el caso de Sevilla o Zaragoza los
militares alzados controlaron la situación con relativa facilidad
pese a la existencia de potentes organizaciones obreras. Por el
contrario, en Madrid, la movilización de los de Asalto y de algunos
oficiales republicanos sería esencial a la hora de aplastar la
sublevación. En Barcelona, la Guardia Civil jugó un papel muy
importante cuando algunas de sus unidades, bajo el mando del general
jefe de la Zona de Cataluña, José Aranguren, y del coronel Antonio
Escobar Huerta, se sumaron a las fuerzas policiales y a los
militantes confederales que luchaban en las calles para reducir a los
golpistas. Aranguren y Escobar, conservadores y católicos pero
legalistas, sirvieron a la República durante toda la contienda
posterior. Ambos permanecieron en España tras la victoria de Franco;
ambos fueron fusilados.
Así que el destino
de la Guardia Civil en la España franquista no estuvo claro durante
algún tiempo. La adhesión del cuerpo en otros lugares y gestas
como la del Santuario de Santa María de la Cabeza, así como la
inclinación favorable de buena parte de los generales que rodeaban
al Caudillo, determinaron que este renunciara finalmente a decretar
su disolución. Eso sí, los oficiales o simple tropa que se
mantuvieron fieles al Gobierno republicano fueron juzgados (¡por
rebelión militar!) y no pocos acabaron ejecutados.
Las derechas
españolas, las de toda la vida, admiran y jalean a los uniformados,
a quienes han considerado depositarios del honor y la gloria de la
nación. Eso sí, siempre que esos profesionales estuviesen
dispuestos a proteger con las armas el ideario ultraconservador y
sobre todo los intereses económicos de las élites tradicionales. Si
no… tampoco tendrán empacho en hacerles “un Santiago”.
Cualquiera podía pensar que esto ya estaba superado. Pero hay cosas,
ya ven ustedes, que parecen eternas.
Comentarios
Publicar un comentario